15.7.12

Esto es sólo el comienzo…

Nunca había visto una sociedad mexicana tan interesada en la situación política, tan activa, con tantas protestas, intercambiando tanta información y sin depender de los medios tradicionales de comunicación masiva. Quizás estemos viviendo una “primavera mexicana”. No soy político, ni periodista, ni estudié nada relacionado con ciencias sociales; soy un ciudadano más, que aprendió un poco de historia, que lee de vez en cuando, y que le preocupa su futuro. Y por eso les quiero compartir lo siguiente:

En estos tiempos hay algo de lo que todos estamos convencidos México necesita un cambio. Muchos hablan del próximo partido en el poder, de un Estado fallido, de la corrupción arraigada en el gobierno, y quieren revolución, y quieren cambiar por completo el sistema político. No puedo estar más de acuerdo, necesitamos un cambio, pero no un cambio de presidente, ni un cambio de partido en el poder, y probablemente tampoco un cambio del sistema de gobierno. Lo que en realidad necesitamos es un cambio de raíz, en su gente, en su cultura.

De nada sirve tener el mejor presidente en el poder o tener el mejor cuerpo de policía, si el resto del país no le ayuda, o peor aún, si está en su contra. Existe gente que realmente quiere trabajar para el progreso, y tiene la capacidad para mejorar la situación, si se le da un cargo público; pero a la hora de obtenerlo no encuentra mas que obstáculos, y termina por ser sólo uno más: parte del sistema. Más de una vez las reformas que México necesita se han quedado solo en propuesta. ¿Por qué sucede esto? Porque hay muchos intereses en conflicto, porque no es tan fácil convencer a la mayoría, porque nuestros políticos no saben negociar, entre otras cosas que hacen difícil llegar a un acuerdo. ¿Y por qué es tan difícil llegar a un acuerdo? Porque en realidad no están trabajando todos por el bien de México, porque para ellos hay otras cosas más importantes, porque quizás deben apegarse a ciertas normas de comportamiento o de ideología de su partido, por una diversidad de razones que no acabaría de mencionar.

Podemos pensar que cambiando a todos los integrantes del Congreso de la Unión se resolverá el problema. Esto no funcionará, porque todos los que llegan a esos cargos han pasado por varios procesos, por un adoctrinamiento, y difícilmente van a proponer un cambio tan radical como el que se necesita. Podemos pensar que se resolverá cambiando el sistema, las facultades que tienen, la forma de organizar las cámaras. Pero esto tampoco funcionará, porque seguirá siendo la misma gente, con las mismas ideas, con las mismas actitudes. Ya sea un cargo público de una persona, o de un conjunto de personas, no bastará cambiarlos a ellos ni cambiar la manera en que funciona el sistema a su alrededor. Entonces: ¿cambiar a todos los políticos? ¿cambiar todo el sistema?

En mi opinión, el cambio debe darse en otro nivel, debe darse desde la sociedad misma. Pero esta es una declaración muy abierta, es casi equivalente a echarle la culpa al vecino. “Yo cumplo con todas mis obligaciones. Si alguien tiene que cambiar, no seré yo”, “Que encierren los políticos corruptos”, “Que los policías ya no acepten sobornos”, es lo que muchos de nosotros pensamos, y con mucha razón. Sin embargo, gran parte de la culpa de que el sistema funcione como lo hace actualmente la tenemos nosotros, todos los que formamos parte de la sociedad.

¿Cómo podemos exigirle a otros algo que nosotros mismos no estamos dispuestos a dar? Congruencia, es así de simple. Si nosotros no separamos la basura en en casa, ¿cómo exigimos que el gobierno haga caber más basura en los mismos tiraderos que ya están llenos? Si nosotros no pagamos nuestros impuestos a tiempo, ¿cómo esperamos que el presupuesto alcance para todos los gastos planeados en el año, y que no aumenten los impuestos? Si nosotros nos pasamos los altos y preferimos pagar una mordida que una multa, ¿cómo exigimos que toda la corporación policiaca sea incorruptible? Si nosotros no les damos una buena educación a nuestros hijos desde pequeños, ¿cómo esperamos que sean gente de bien en la edad adulta? ¿por la educación que recibieron sentados frente a la televisión?… Sólo por mencionar algunos ejemplos.

Suena trillado, pero ese cambio que necesita México tiene que empezar en lo individual, en cada uno de nosotros. Basta de quejarnos de que la participación de uno no hará ninguna diferencia: la unión hace la fuerza. Basta de quejarnos de los apáticos a quienes no les interesa la historia ni la política: es necesario involucrarlos, que se den cuenta desde pequeños que su opinión informada es importante, ayudarles a desarrollar la conciencia colectiva que son parte de una sociedad con derechos y obligaciones. Basta de quejarnos de que los diputados y senadores no toman las decisiones correctas: ellos nos representan, la mayoría en nuestro distrito votó por ellos, y ellos tienen la obligación de escuchar la voz del pueblo.

Mas no debemos conformarnos con ser buenos ciudadanos y exigirle cuentas al gobierno. Si queremos un verdadero cambio para el país debemos hacer algo más, debemos ir un poco más allá. No podemos confiar en que todos van a hacer lo que deben hacer, porque mucha gente simplemente no lo hará. Debemos hacer las cosas bien, y siempre dar un poco más. Por supuesto que muchos no estarán de acuerdo, muchos reclamarán. Por ejemplo, en un grupo de trabajo de 5 personas, si 2 de ellos trabajan de manera excelente, los otros 3 quedarán mal ante el jefe. Entonces tenemos dos opciones: es exigirse a uno mismo y promover que los demás hagan lo mismo, o seguir estancados en lo mismo de siempre. Al momento de dar ese extra en todo lo que hacemos, podemos exigirle más a los que están a nuestro alrededor, sea nuestro jefe o nuestro empleado, sea el profesor o el alumno, sea el gobierno o el pueblo, porque “El pueblo tiene el Gobierno que se merece”.

Cuando logremos ese cambio de conciencia en la sociedad ya no estaremos preocupándonos por cuál candidato es “el menos equivocado”, o qué partido le puede hacer menos daño al país. Cuando logremos ese cambio, podremos confiar en que si nuestro candidato favorito no es el ganador, el que ganó también podrá hacer un buen trabajo. Y tendremos esa certeza con cualquier otro candidato o partido, porque su trayectoria política ejemplar, su preparación académica de excelencia y su partido siempre firme en su ética profesional, así lo demuestran.

Lo que propongo es casi utópico, pero asequible. Estoy convencido que si seguimos por este camino con perseverancia y dedicación, dando lo mejor de nosotros día a día, lograremos nuestro objetivo. El México de hoy quizás no esté preparado para la democracia, pero los movimientos sociales de estas fechas nos están demostrando lo contrario. Este despertar social es señal de que el pueblo mexicano está tomando consciencia, poco a poco. Debemos estar conscientes de que los cambios radicales no se verán reflejados de la noche a la mañana, y quizás tampoco en el siguiente sexenio, sino mucho más adelante: las generaciones que nos sigan leerán en sus libros de historia que en 2012 comenzó la verdadera transición a la democracia, y hacia el México que todos merecemos.


Luis Daniel R.

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