20.10.10

Un Descanso ("Una Pausa" retrabajado)

Tal como aquel señor, recostado en una banca de un parque público. Así estaba yo, hace no mucho tiempo, en un parque de Budapest. Era un día de verano, caluroso, pero el sol ya estaba cayendo, y la temperatura bajando. Quizá nunca antes había dormido al aire libre, en un parque público, en un país extranjero, sin compañía de nadie, pero rodeado de "extranjeridad". Todo a mi alrededor me decía que no era mi lugar, pero yo no me sentía rechazado, no encontré razones para no recostarme en esa banca de piedra, sacar mi chamarra-rompevientos y tomar un descanso. Claro que viajar es una forma estupenda de aprovechar las vacaciones, pero ¿quién dijo que viajar es igual a descansar?

Al despertar de esa siesta todo estaba muy tranquilo. Había mucho silencio en el aire, y muy poca gente en el parque, a lo lejos. El aire no soplaba, los árboles no se movían, yo respiraba, parpadeaba, caminaba normal, pero parecía que el tiempo estuviera detenido. Vi a mi alrededor y no me había percatado que a unos pasos de mí estaba una estatua, la del famoso monje que escribió los primeros registros históricos que se tienen de la ciudad, pero cuyo nombre es desconocido por la historia misma. Su cara no se distinguía, pues su gorro pues su gorro la cubre, pero yo juraría que me estaba observando. Sé muy bien que era una estatua, pero juraría que tenía más vida que todo lo demás a mi alrededor. Me llamó tanto la atención que decidí ver qué estaba escribiendo. En sus piernas apoyado el libro, en su mano un bolígrafo. De eso sí estoy seguro, era un bolígrafo y no una pluma; era BIC™ y tenía inscrito en letras góticas mis iniciales. La página estaba en blanco, era de bronce como el resto de la estatua, pero el bolígrafo era como cualquiera que se consigue en la papelería de la esquina. Yo traía uno en mi mochila igual, así que después de pensarlo un poco decidí intercambiárselo: finalmente podía ser un buen recuerdo de mi viaje, con mis iniciales misteriosamente grabadas y nadie notaría la diferencia, nadie sabría quién fue de todas formas.

Entonces abrí los ojos. Dormí 15 minutos. La luz del sol empezaba a atenuarse y esa estatua en realidad estaba en la entrada del parque, con un montón de turistas encima. Algunos picándole la nariz, otros sentados en sus piernas, o simplemente tomándose la foto del recuerdo.

Hoy, veo tan lejano aquello; incluso llego a pensar si no fue en realidad un sueño todo. Una pausa en esta vida que me conduce vertiginosamente hacia... ¿hacia dónde? Pues aún no lo sé. Lo que sí sé, es que quiero más momentos como éste, como ése, y que mi letra ahora, cada que escribo con este bolígrafo, es gótica.

Basta de divagar, es hora de continuar mi viaje, de escribir la historia.

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